Un día me contó mi abuela que cuando era pequeña en una casa de campo cercana a la Fuentecastaños vivía una humilde familia que se dedicaba a cultivar su huerta para vender sus verduras y hortalizas en el mercado de abastos de Aracena.
Sucedió un día que el padre y los cinco hijos mayores se fueron a trabajar desde por la mañana temprano porque querían empezar a sembrar y antes tenían que arar bien la tierra. La madre se quedó con el más pequeño que apenas tenía dos años haciendo la comida. Un niño pelirrojo simpático y juguetón que le encantaba investigar y descubrir todo lo que le rodeaba.
Mientras la madre tendía la ropa cerca del pozo, el pequeño jugaba pero, en un descuido de ésta, el niño cayó al profundo pozo sin saber cómo.
Invadida por el miedo la madre gritaba su nombre a la vez que le decía que se agarrara al cubo para subirlo, pero el niño no lo hacía. Corrió rápidamente hacia la casa en busca de una cuerda para lanzársela, pero tampoco dio resultado. Todos los intentos fueron inútiles.
Al llegar el resto de la familia, se encontraron a la madre echada sobre la boca del pozo llorando desconsolada y sin dejar de repetir el nombre de sus hijo: Juan, Juan, Juan,........Fue demasiado tarde, cuando el padre y sus hermanos lograron rescatarlo desde su interior ya el niño se había ahogado. Por más que intentaron reanimarle, los esfuerzos fueron inútiles.
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