Después de un duro día de instituto no hay nada más reconfortable que llegar a la puerta de tu casa y cuando vas subiendo las escaleras empiezas a sentir un agradable olor a comida recién hecha. El cerebro me empieza a funcionar,...... si,...... ¡me parece que huele a espaguetis con tomate! ¡Huele que alimenta!.
Suelto la pesada mochila, me quito el chaquetón y me lavo las manos. Cuando llego a la cocina compruebo que efectivamente es mi comida favorita: unos espaguetis con tomate recubierto con salsa de tomate humeante y queso en polvo preparados por mi abuela Pepa con todo su cariño.
Me siento a la mesa, cojo el tenedor y con gran apetito empiezo a desbaratar la pirámide de pasta, mastico con rapidez, muchas ganas, casi devorando....
¡Qué hambre! Me acompaño también con rebanadas de esponjoso pan tierno y rodajas de chorizo y jamón. Para beber, agua fresca y un gran zumo de dulces naranjas recién exprimidas.
Poco a poco mi pequeño estómago empieza a decirme "empiezo a estar lleno" pero me apetece terminar con fruta: un pera madura y un buen trozo de dulce de membrillo casero que ha hecho un tío mío ¡qué rico!
Llega un momento en el que pienso "no puedo más", me levanto de la mesa,me siento un poco molesto, pesado, me duele la barriga,....quizás he comido demasiado. Siento sueño, lo que me apetece es descansar,... espero no empezar a sentir esa desagradable sensación de acidez en el estómago que me fastidiaría el final de esta magnífica comida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario