miércoles, 29 de enero de 2014

MI PARTIDO DE PÁDEL

Os voy a contar lo que me sucedió en la última convocatoria de pádel que tuve en Huelva.
Con toda mi ilusión recibí la noticia de mi entrenador José María y empecé a prepararme para la ocasión: entrenar duramente dedicándole horas y horas por las tardes así como seleccionando la mejor de mis raquetas: una Varlion de color rojo y gris con el mango negro que me regalaron en mi último cumpleaños. La metí en mi bolsa Bullpadel junto con un bote de pelotas amarillas de buena calidad. Todo estaba preparado para el día siguiente: calzonas, camiseta, chandal, zapatos de pádel,...

Cargado de nervios e ilusión llegué por la mañana temprano al polideportivo de Aracena para coger el autobús con mi equipación al completo. Allí esperaban el resto de los compañeros, el día se presentaba soleado aunque algo frío.
El viaje fue tranquilo, me senté con un amigo,conecté los auriculares a mi móvil y fui escuchando música durante todo el trayecto a la vez que miraba el paisaje. No tenía muchas ganas de hablar y sí algo de sueño.

Cuando por fín llegamos pudimos ver las instalaciones y poco a poco nos fuimos enterando de los distintos grupos que iban a competir: los federados y los no federados. Yo pertenecía a los no federados y en el sorteo me tocó de compañero a un chaval onubense de 13 años, alto, rubio y con un buen tupé cargado de gomina. Nos miramos y nos sonreímos, íbamos a ser pareja.

Los contrincantes tampoco tenían mala presencia, parecían fuertes, ágiles y con muchas ganas. Si bien mi pareja era buen jugador, nuestros adversarios eran mucho mejores y en seguida dieron muestras de ello. Tenían muy buena volea ya que rebotaban muy fuerte las pelotas en la pared y sus saques eran muy potentes, por lo que nos costaba mucho trabajo llegar a las pelotas que nos lanzaban.
Aunque nos esforzamos mucho y pusimos todo nuestro empeño, como buenos deportistas, perdimos con un aplastante 6 a 0 , 6 a 3  pese a los ánimos y los gritos de alientos de los espectadores.

La vuelta a Aracena estaba envuelta en decepción: habíamos puesto mucha ilusión, ganas y expectativas en el torneo pero volvíamos a casa con las manos vacías, sin ningún trofeo y con la palabra DERROTA en nuestra boca para decirla a todos nuestros familiares y amigos cuando llegásemos. 

Me sentí un PERDERDOR.

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